OSCAR "EL PALA" PALAVECINO UN SANTIAGUEÑO EMBLEMA DEL FÚTBOL CHAQUEÑO

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Una charla íntima con Oscar Ángel Palavecino el D.T. que en l989 logró el ascenso más importante en la vida deportiva de Chaco For Ever.

Con 71 años y en un paseo rápido por su vida nos cuenta sus inicios, la trayectoria en el fútbol profesional y su presente en el interior chaqueño.
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El Pala entrenador: un D.T. que no dejaba nada librado al azar.
Allá por mediados de los setenta el jugador profesional, durante sus licencias, pasaba por mi pueblo a visitar parientes y los pibes del barrio, enterados de su presencia, acudíamos a la cancha de Libertad para trotar con él a la vuelta de la cancha. Era una forma de acercar ese fútbol que admirábamos y solo llegaba a través de El Gráfico o relatos radiales.
Por una cuestión de mandato familiar, El Pala siempre trató al otro de ‘usted’ y tiene su vida marcada por el éxito futbolístico, fue un dogmático con polémicas frases como “muero en la mía” o “el fútbol es puro verso”.
Para quienes lo conocemos charlar con él es recuperar emociones de un fútbol lejano como no hubo otro. Para los viejos íntimos sigue siendo El Palita, lo cual lo reconforta, como cuando descubre algún “tapado” en un recóndito pueblito.

¿Cuánto de lejos quedó aquel primer idilio con la pelota en la cantera de Las Piedritas?
- Nací en Sacháyoj (Santiago del Estero) un pueblito hoy pujante. Ya con 14 años fui a trabajar en la cantera de piedras a 70 kilómetros de Las Breñas. Allá un señor me vio jugar y me llevó a Cooperativa donde también integré el Seleccionado de la Liga del Noroeste.
En la Cope jugué con El Turco Jalil, un crack que jamás quiso salir del pueblo, tal es así que cuando la tercera de Boca fue a Las Breñas lo quiso llevar y él se negó. Otro centrodelantero, Burgos, tampoco quiso dejar su familia. Eran muchachos con mucho talento pero demasiado sumisos y vergonzosos. En Campo Largo estaban los hermanos Leales, que River Plate llevó como titulares y en una licencia de fin de semana volvieron a sus casas para no regresar jamás. Charata tuvo figuras como ‘Coco’ Arrudi, el ‘Chueco’ Varela y Luis Schoning. Al Chueco y a Ottone (Héctor) los llevé a Instituto de Córdoba donde, con un solo partido, firmaron contrato y al viernes siguiente pidieron permiso hasta el lunes. Jamás regresaron. Todo es mentalidad, yo fui decidido, por eso llegué.

¿Cómo fue aquello que desde Las Breñas vino para Sarmiento y sin embargo firmó para Chaco For Ever?
- For Ever me descubrió cuando fueron a Las Breñas y le ganamos 3 a 2 con dos goles míos. Sarmiento enterado de mi rendimiento me mandó a llamar. Cuando llegué a la terminal de colectivos los dirigentes de For Ever me “secuestraron”, por decirlo de algún modo. Al bajar del colectivo vi que en el bar de enfrente estaban dos señores esperándome (era el presidente de Sarmiento con Antonio Ruiz Díaz), iba a cruzar la calle y se me acercó Eijo (dirigente forevista) llevándome en su auto hasta un hotel por la 25 de Mayo. (El equipo de) Sarmiento al otro día tenía que viajar a Misiones para enfrentar a Guaraní y yo aparecí jugando en Formosa con la camiseta de For Ever, donde ganamos 3 a 2 con dos goles míos y otro de Orieta. Llegaron los viejos nacionales y de ahí a Mendoza, donde todavía no me batieron el récord de goles. Allá tengo vacaciones pagas en un hotel a elegir las veces que vaya. Bilardo (Carlos Salvador) me fue a buscar para que firme en Estudiantes de La Plata pero el intermediario hizo lo mismo que había hecho For Ever con Sarmiento, en el camino me desvió a Rosario Central donde continué mi carrera.

El chico que juega fútbol desde su pensamiento mágico imagina ser algún jugador notable, en su caso, viviendo en un paraje inhóspito ¿a quién quería parecerse?
- La imagen nos llegaba solo por radio y yo quería parecerme a Martín Pando (River Plate). Transmitía yo mismo los partidos que jugaba con los changos y todo era; “la agarra Pando”, “Pando amaga” y “gol de Pando”. Hoy los chicos pueden ver muchos jugadores por las redes pero ninguno de la jerarquía de aquellos. Siempre admiré a los que trataban bien la pelota, ya como entrenador tuve que armar equipos fuertes, aguerridos y metedores, es que como técnico no se puede regalar nada porque uno necesita ganar ya que de eso vive. Cuando el jugador no responde hay que convencerlo para que rinda. De no ser así, lamentablemente se lo excluye, hay otras cosas a las que se puede dedicar, no todos pueden vivir del fútbol.
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Eulalio Garayo, Cacho Leguizamón y Oscar Palavecino. Preparador físico y técnico se reunieron en el banco después de 30 años.
¿Cómo era para un delantero enfrentar aquellos marcadores de equipos grandes con impunidad a la hora de pegar?
- Me marcaron tipos de jerarquía como Marzolini, Magdalena, el “Chivo” Pavoni y otros como Vicente Pernía que te podían tirar contra el alambrado. El fútbol no tiene mayores secretos pero la gente, por ejemplo, cuando ve ejecuciones perfectas creé que salen solas y no es tan así. Si el jugador no se queda a practicar después de los entrenamientos jamás puede pedir la pelota. En mi caso nací con una pegada buena pero le sumé horas extras de prácticas que a usted le consta, porque hasta en vacaciones me tomaba un tiempo para ensayar. Creo que un gran porcentaje del futbolista se gesta en el vientre de la madre.

Como técnico siempre dio oportunidades al jugador chaqueño, ¿qué cree que ocurrió para que hoy haya equipos con mayoría de afuera?
- Siguen trayendo porque no se juegan por los de acá, si no surgen de las inferiores tienen que recorrer el interior y no se van a equivocar porque el chaqueño lleva un escudo en el corazón y nunca falla. He sido un defensor del jugador local pero si al ponerlo tampoco lo banca jamás va a sacar alguno. La gente a cargo de inferiores debe ser bien elegida, tiene que salir a ver jugadores en el interior para conseguir resultados distintos. En Charata están los mejores jugadores, lo digo porque conozco y recorro la zona. Podrán decir que yo también elegí a jugadores de afuera, claro que sí, pero solo a los bien “cojudos”, esos que te daban vuelta un resultado, no a cualquiera. A los viejos nacionales For  Ever los jugaba con muchachos de acá eliminando a lo más competitivo del litoral que siempre se reforzaba. Siempre recorro lugares del Chaco que acá nadie conoce; piden un número 9 y ahí va el Pala, muchas veces estoy solo en una pequeña tribuna. A Córdoba y Mendoza siempre estoy mandando algún chico y de Santiago del Estero o Formosa me siguen llevando como coordinador o para dirigir porque son agradecidos. Mi reconocimiento eterno para los chaqueños que ascendieron conmigo, esos que por única vez jugamos Copa Pre Libertadores de América.

¿Qué quedará pendiente cuando se retire definitivamente de las canchas?
- A mi edad ya no tengo que demostrar nada. Por mi espalda pasaron treinta y dos técnicos; entre ellos Alfio Basile, Humberto Maschio, Vladislao Cap y Nelson Chabay. También Raimundo Viviani Orsi, el que jugó para Italia cuando salieron campeones del mundo por primera vez. Hoy me falta tiempo para visitar amigos, puedo ir al pueblito más alejado y sentarme a ver un partido que siempre alguien se acerca a saludarme o invitarme para compartir un asado. Las hinchadas también me quisieron; la de Villa San Juan, lo mismo la de Villa Alvear. Cuando dirigí a Estudiantes utilicé jugadores de barrio ganando todo, y eso no lo olvidan. En Formosa peleé la punta con todos los equipos que dirigí. Con “13 de Junio” por primera vez en su historia ascendimos al Argentino A eliminando 42 equipos, entre ellos Tucumán y Racing de Córdoba. Me pasé la vida en los vestuarios y conozco todos sus secretos.
En el 87 estuve a punto de clasificar a Sarmiento para el Nacional B (contra Atlético Tucumán), perdimos 3 a 2 como locales después de hacer dos goles antes de los nueve minutos, y allá le empatamos. Hace poco vi cómo le robaron el ascenso. Sin embargo, no me sorprendió porque eso existe y existió siempre. Con Sarmiento también había jugado como refuerzo contra Boca empatando uno a uno con el gol mío; fue un 17 de agosto de 1970.

¿Cuánto lo acompañan los recuerdos de aquella final contra Lanús?
- Eso no se olvida jamás, ya a las seis de la mañana anduve levantado por el nerviosismo, iba a llevar al arco a quien conocía desde Central y confiaba mucho pero era un pibe. Lo probé toda la noche anterior hasta que un momento me decidí y le dije que se vaya a descansar tranquilo que iba a ser parte de la gloria. La mayoría tuvo que irse, sin embargo, a mí no me cayó de sorpresa porque For Ever siempre había tenido esas cosas. Ya lo había vivido otras veces cuando en la Liga había ganado todo y no me renovaron. Mi gran orgullo es haber jugado la liguilla Pre Libertadores con la mayoría chaqueños.

¿Cómo fue aquella vez que en Formosa consiguió un ascenso jugando con doce jugadores, o solo se trata de un mito?
- Dirigiendo a San Lorenzo enfrentamos a Sol de América por el Torneo del Interior y le ganamos un ascenso jugando los últimos cinco minutos con doce jugadores. En Formosa salió publicado en todos los medios que por esa situación me bautizaron El Zorro. Me había quedado sin cambios cuando empujé a un jugador para que entre y aguante el empate. Ya terminaba el partido y alcanzó a sacar algunas pelotas. Me hago cargo, salió así. Como verá, de gil siempre tuve poco. Los árbitros no vieron nada, como tampoco los rivales.

¿Cómo ve a Chaco For Ever en esta dura tarea del regreso a Primera B Nacional?
- Traería tres o cuatro refuerzos, ésos de pecho bien caliente, de los que no arrugan. Hace unos años volví a la cancha dirigiendo a Defensores de Formosa y me daba cuenta que hasta el aliento era distinto. La institución está muy linda, cambiada, se ve que gestionan muy bien pero falta lo otro, lo que nos hizo grandes. El chaqueño está acostumbrado a verlo enfrentando a grandes, antes faltaba cancha para albergar gente y lo mismo le hacíamos partido. Ascender sería el mejor homenaje a los que hicimos historia tanto con los viejos nacionales como también el último ascenso de hace treinta años.

Goles históricos a pura potencia
El festejo de los 30 años estaba terminando cuando el Pala se paró seguro frente a un micrófono mostrando una faceta que le desconocía. Estaba junto a su cuerpo técnico: Nata Dávalos, Patón Ambroggio y el Profe Garayo.
Con una oratoria mesurada aunque severa el estratega dominaba la escena como tantas veces lo había hecho desde el banco. El viejo, aquel hombre que tanto le había dado al club, el que no sabía de grises, volvía a marcar presencia y casi que no nos habíamos dado cuenta.
De estatura mediana, anchos hombros y marcados cuádriceps el puntero derecho de naturaleza explosiva fue goleador implacable que arrancó en Cooperativa de Las Breñas pasando por Chaco For Ever, Independiente Rivadavia y Gimnasia y Esgrima (Mendoza), Rosario Central, Instituto de Córdoba, Liga de Quito (Ecuador), Guaraní A. Franco (Misiones), Unión de General Pinedo. Siempre le convirtió goles a los equipos grandes, algunas veces de a tres.
En primera persona, él mismo resume algunas hazañas personales y colectivas:
“Con For Ever una vez le convertí desde media cancha a Atlanta después de meter una diagonal corta de izquierda a derecha. Le entré a la pelota de sobre pique, por eso salió tan fuerte, pegó en el travesaño y el palo, después entró. Fue tan espectacular que la gente no paraba de aplaudir, lo que no recuerdo si el arquero era Carballo o Reggi. En ese Nacional fuimos punteros invictos durante cuatro fechas.
En el estadio Atahualpa de Quito jugando Copa Libertadores de América convertí el único gol del partido derrotando al mejor Independiente de todas las épocas. Me eligieron figura y quedé en la historia del club al ser la primera vez que un equipo de Ecuador vencía a otro argentino.
Nacional de Montevideo vino a jugar contra Don Orione durante una gira. Pedro Olivera y yo fuimos los refuerzos. Le hicieron penal a Molina y ninguno se animaba a patearlo porque en el arco estaba Manga, elegido ese año como mejor arquero del mundo. Decidido agarré la pelota y fui a acomodarla, cuando estaba agachado se me acercó Manga y me levantó de los pelos diciéndome si sabía a quién le iba a patear. Al pararme le daba por el pecho (tenía 2,05 metros). Retrocedí hasta fuera el área diciéndome ¡a éste le voy a arrancar la cabeza! Manga alcanzó a tocarla pero no pudo evitar el gol.
Jugando para Instituto y contra River en el estadio Chateau Carreras le hice un gol a Fillol desde casi 40 metros. El estadio estaba lleno y los cordobeses afirman que está entre los más inolvidables de su historia. Aquellas pelotas eran muy duras y difíciles de atajar, fueron anteriores a las Pintier.
En el estadio Amalfitani jugando para Rosario Central pateé un penal al ángulo y la pelota rompió la red por la potencia que llevaba. Ganamos 3 a 1 y en ése Vélez jugaban Carlos Bianchi, Beltrán, Gallo y Daniel Willington. En ese tiempo el línea se paraba cerquita del palo por eso pudo ver que había entrado.
En 1976 y jugando con Rosario Central le ganamos 4 a 3 a San Lorenzo en el viejo Gasómetro, con tres goles míos. José M. Muñoz cuando terminó el partido me entrevistó por ser la figura y me decía Palavechino; pronunciaba así alegando que era un apellido italiano. Le pedí que lo corrija porque yo era santiagueño, no italiano. Le gustó la ocurrencia y cuando me preguntó ¿de qué cuadro sos? contesté: de San Lorenzo, el gordo no paraba de reír.